Rosavirginiamartinez's Blog

agosto 27, 2009

Reencarnación

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Reencarnación

1953

Dedico a:

Alberto Hernández, espiritista que ha consagrado su vida a difundir la doctrina de Kardec, desde la prensa y la práctica en general.

Al Dr. Francisco Burgos Finol, que con sereno e imparcial espíritu de investigación, dedica parte de su tiempo a los problemas del Más Allá.

Al Dr. Manuel Matos Romero, que se ha distinguido siempre, -por su actitud franca y decidida- como uno de los más recios puntales del espiritismo en nuestra tierra zuliana.

I con igual simpatía para todos los teósofos, espiritistas, rosacruces y masones que conozco y que no conozco, a los cuales me une mi pasión por la Verdad.

Pensamientos afines sobre la Reencarnación:

«Para morir, solamente, nadie querría vivir. Nadie daría un paso más. La vida entera se dirige hacia la inmortalidad, porque ella existe.»
Constancio C. Vigil

«El cuerpo muere; el alma es inmortal.»
Píndaro

«Las almas, de Dios vinieron, y a Dios vuelven, describiendo una trayectoria elíptica muy lenta, y quizás a través de innumerables vidas.»
Amado Nervo

«La vida es un sueño y la muerte un despertar.»
Voltaire

«Nacer, morir, renacer y progresar siempre, tal es la ley.»
Alan Kardec

La Naturaleza no tiene otro objeto más que la vida; y por eso no morimos: la vida lo es todo y la muerte no es nada, luego la materia pasa y la vida queda.»
L. Chevreuil

«La muerte no es quizás más que un cambio de sitio.»
Marco Aurelio

«A la luz de la idea de la Reencarnación, la vida cambia de aspecto; pues se torna en escuela del Hombre eterno, que está dentro de nosotros, en busca de su desarrollo; del hombre que fué, es y será, y para quien la hora nunca habrá de sonar.»
Annie Besant

«Afirmar la reencarnación, es explicar el mundo que vemos por otro mundo que no vemos, pero en el que los hechos de cada día nos demuestran la existencia y nos dan la certidumbre de su existencia.»
Charles Lancelin

«Cuando pienso en las intuiciones de toda clase que he tenido desde mi adolescencia, me parece que he vivido a docenas y centenares de vidas.»
Federico Amiel

Introducción

Con la mayor sinceridad doy a la luz pública este folleto. Nada original contiene, es una breve exposición de ideas respecto a la vida espiritual. Como se verá más adelante, no está escrito para los que tienen una visión limitada de la vida futura, ni para los que tienen un sentido materialista de la misma.

¿Está basado en hechos? Tampoco. El hombre ha ignorado siempre de donde viene y hacia dónde va. Pero lo cierto es que, el noventa por ciento de los seres humanos no han podido escapar a ese eterno interrogante. De consiguiente, unos por un camino y otros por otro, han pretendido resolver el problema de acuerdo con el grado de cultura e inteligencia que poseen.

Mientras los idealistas se preocupan de un más allá y se dedican a estudiar los fenómenos de la vida psíquica, los materialistas se preocupan de tener un buen estómago porque es lo necesario para vivir.

No argumentamos nada, ya que cada lucha tiene su valor. Pero por igual nos toca a todos un mismo fin: La MUERTE.

Más… ¿cesa allí la vida?

¿Quién puede afirmarlo, quién puede negarlo? Si escapan los hechos existe la lógica para suponer que, si la vida no es eterna, no tiene objeto vivirla ni creer en Dios. Por ello, mi propósito es sincero al escribir este folleto y repetir con Kant: «La muerte no es la absoluta suspensión de la vida, sino que suprime los obstáculos de otra vida más completa.»

Otras palabras

Hombres y mujeres que han pasado por la vida múltiples veces, nos han dejado, -para que sigamos el ejemplo y comprendamos la razón de esos viajes-, el pensamiento escrito o el gesto heroico por el triunfo de un ideal en provecho casi siempre de la humanidad.

Giordano Bruno pereció en la hoguera, Sócrates tomó la cicuta, Jesús alcanzo la palma del martirio. ¿Dónde aprendieron tanta sabiduría para llegar por ella hasta la muerte? La mejor escuela es el sendero infinito, de allí extrajeron lo que con tanta devoción legaron a la humanidad.

Jesús no hablo de física, matemáticas u otra ciencia. Sencillamente habló de amor. Desde entonces, esa palabra adquirió un luminoso sentido de salvación para el hombre. Si se tratara de un sentimiento espontáneo del cual debiéramos despreocuparnos él no hubiera dicho: «amaos los unos a los otros», I un vidente, libertador de pueblos tampoco hubiera dicho al borde del sepulcro: «unión o la anarquía os devorará». Ni los hombres hablarían de fraternidad y acercamiento entre las naciones para evitar la guerra. I es que, sencillamente, el amor a nuestros semejantes, a los animales, a las plantas, a los libros, a las obras de arte, etc., es el mejor y más directo camino para ganar la felicidad material y espiritual.

Sin amor se hace imposibles adelanto del espíritu y el perfecto desarrollo de las cosas materiales; ya que la música, la poesía, la pintura o cualquier otra expresión de belleza, sólo alcanzan su real plenitud cuando emanan de seres que desenvuelven tal vocación con verdadero amor. En cualquier clase de tarea de la vida práctica, por ordinario que sea, ocurre lo mismo.

Desde los más remotos tiempos hasta nuestros días, hombres de una vasta mentalidad científica, al mismo tiempo que van adquiriendo conocimiento y gloria, se van desprendiendo de sus bienes materiales. I muchas veces, hasta de las comodidades del hogar al internarse en una tupida selva expuestos a todos los rigores por estudiar una variedad de plantas o insectos para sus fines científicos. I a medida que gana escalas en el orden del progreso espiritual, el hombre se va tornando menos egoísta y menos perverso; pues para él, cuando llega ese orden, tiene más importancia dar que recibir.

I al decir que muchos sacrifican sus horas de sueño y hasta su salud por llegar a la meta de un ideal en provecho de la humanidad, nos preguntamos: ¿para qué les serviría esa noble contracción al estudio y ese desprendimiento de lo terreno si el espíritu no fuese eterno? ¿Si todo terminase en la tumba, no daría lo mismo ser justo que perverso?

Se ha dicho que «todo se transforma sin que se pierda un átomo.» Es la gran verdad y al proclamar los científicos esa ley de la materia, ¿no cabe, acaso, pensar lo mismo del espíritu? Pero, ¿qué es el espíritu? Un inspirado poeta nos dará la respuesta es sus versos:

«Todos llevamos debajo de la frente,
una chispa de Dios, y Dios es uno.»

Por la sencilla razón de ser parte de Dios en el mismo Dios, ¡somos eternos! I esto equivale a reencarnar infinidad de veces, tantas, como sea necesario para nuestra perfección espiritual.

Reencarnación

La palabra reencarnar quiere decir volver el espíritu a la materia, o sencillamente, volver a nacer. De todas las leyes que rigen la armonía cósmica, esta es la más maravillosa y es la que mejor nos hace comprender la inmensidad del Creador

No creo que nadie -excepto los materialistas- les sea difícil aceptar la razón de esta ley. Son muchas las organizaciones científicas, filosóficas, religiones o sectas que creen de plano en la reencarnación. «Los brahmanes enseñan que las almas están revestidas de un cuerpo sutil, el cual, encerrándose a su vez en una gruesa envoltura, las acompaña en todas sus transmigraciones conservando así su individualidad». Los egipcios creían también en la inmortalidad del alma. En la China, Lao-Tseu el gran filósofo predica la vida eterna y la transmigración de las almas. Igualmente los filósofos de Grecia, y entre ellos Platón «enseñaba que las almas eran preexistentes al cuerpo». I en el cristianismo encontramos que el mismo Jesús dice: «En verdad, en verdad os digo que nadie puede ver el reino de Dios si no nace de nuevo…»

Para ilustrar respecto a la importancia de la reencarnación, citaremos el Congreso que se efectuó en el Río de la Plata en 1.946, con participación de diferentes organizaciones espiritualistas y cuyas conclusiones fueron las siguientes:

1. El Espíritu es Eterno.
2. La Reencarnación es real, evidente y verificable, tanto en forma experimental, como por la vía introspectiva.
3. Sin la Reencarnación, ningún modo de evolución formal o energético es explicable.
4. La aceptación de las premisas anteriores implica una total renovación de la base moral en la conducta individual y colectiva.
5. La Reencarnación es el sentido de la historia por ser el medio del progreso.
6. La Reencarnación es la prueba viva de la justicia de Dios.
7. La Reencarnación es el medio y sostén del ser en su proceso de reintegración al Divino Origen.

Los rosacruces, los teósofos, los espiritistas y espiritualistas de otras organizaciones enseñan como base la reencarnación. Pensemos lo que es una planta desde que nace hasta que deja de ser: Cuando parece que muere porque sus brazos negros y retorcidos caen en tierra, mil semillas cuajadas en su propia savia, están pugnando por volver a la vida con la misma forma del árbol.

La gotita de lluvia que cae y tiembla alborozada sobre el pétalo de una rosa, vuelve a ser nube en la ronda infinita del progreso cósmico.

La piedra se desintegra para adquirir nuevas formas de vida. Quizás, la barreta de oro que hoy brilla en las manos del artífice, fue allá, en siglos muy lejanos, un obscuro y áspero pedernal.

Ahora, ¿no siente el hombre en su consciencia que es eterno, que es una partícula del Alma Universal? Analizándolo bien, una sola vida no bastaría para adquirir todos los conocimientos que poseen ciertas personas. En la vida práctica nos convencemos fácilmente: ¿cuántas veces no tenemos que repetir una lección o experimento para aprenderlo? Sin embargo, muchos realizan obras de arte, escriben libros y ponen de manifiesto extraordinarios dones y singular maestría en la ejecución de ciertas obras. Esas facultades innatas -como suelen llamarse- se aprendieron o desarrollaron en existencias anteriores.

De consiguiente, no existen el cielo ni el infierno, a no ser que se tomen como estados de consciencia, y mal hacemos entonces, en la representación gráfica de un cuadro de rojas llamas con personas que se queman entre gestos y ayes de desesperación; pues la materia se pudre y no se quema,  y el espíritu no tiene forma material para ser destruido por llamas materiales.

El infinito esta poblado de mundos y más mundos similares o diferentes al nuestro. Pero en ninguna parte del espacio existe -al menos que sepan los científicos-, un lugar llamado gloria, purgatorio e infierno. Los planetas que los astrónomos contemplan y estudian desde sus laboratorios, tiene otros nombres que ellos mismos les han dado y, en ninguno han alcanzado a ver a Juan o Pedro que se retuercen en las llamas porque robaron o fueron criminales en el mundo.

Los niños y el desenvolvimiento mental

Es muy dañino para la mente del niño presenciar películas de guerra, escenas de terror y cuadros horripilantes. I peor aún, si dichos cuadros tienden a crear en ellos, un concepto falso de las leyes de la naturaleza.

Los cuadros de la ánimas del purgatorio, dan la idea a los niños de un Dios iracundo y sordo al llanto de los condenados, y viven sobrecogidos de temor, en el perenne conflicto de no hacer esto o aquello para no correr la misma suerte que las víctimas del fuego. En todo caso,  sería más conveniente que se enseñase a los niños a educar sus impulsos, haciéndoles comprender que el niño bueno es útil a la patria, al hogar y a las leyes del Creador.

El sentimiento y la moral encauzados hacia la verdad por las observaciones espontaneas del propio niño, resultan de más valor que las teorías impuestas en forma inquisitorial; pues a la larga, el niño tiene que hacerse su vida y sus ideas propias con el proceso evolutivo del tiempo y jamás olvidará que ha sido víctima de un engaño.

Los maestros, tan preocupados hoy de la psicología científico-espiritual, debieran hablarle a sus alumnos de la reencarnación. ¡Cuán fácil o asequible a sus mentes resultaría la explicación, si se tomasen como ejemplo a los árboles y las cosas que nos rodean! «Volver a nacer». Retornar a la vida es algo maravillosamente sencillo de hacerlo entender, ya que, si nacimos una vez, es de todo punto razonable que reencarnemos muchas veces.

No se puede vivir sin un concepto de la evolución espiritual o del futuro del hombre. Es el eterno problema que preocupa a la humanidad desde el punto filosófico, moral y religioso. I conviene, desde temprano enseñarlo en la forma más humanista -en cuanto a razón de ser-, y en la forma más idealista -en cuanto a los valores del espíritu-, para lograr la perfección a través de muchas reencarnaciones por las cuales tenemos que pasar todos.

De consiguiente, los padres teósofos, rosacruces, espiritistas y masones, debieran hablarle a sus hijos constantemente de la reencarnación, sin ningún rigor filosófico o dogmático en respeto al libre albedrío, sino desde el punto sencillo que entraña toda ley de progreso universal.

La Reencarnación y los niños prodigios

Pudiera escribirse una brillante página en la historia de las letras y las artes respecto a los niños prodigios. ¿Qué padre no desearía que su hijo viniese al mundo dotado de facultades extraordinarias? Pero como esas facultades no son hereditarias, ni tienen relación alguna con el ambiente o dinero, a nadie sorprenderá que un niño nacido en la opulencia resulte escasamente dotado, mientras que un niño descalzo y de humilde origen, a la edad de diez años o menos, dibuje cosas sorprendente, modele o talle a perfección. Ahora, si no fuese por la reencarnación, ¿se justificaría la diferencia de esos pequeños seres en la vida? ¿Existe otra teoría que pudiese explicarlo con más abundancia de razones? No, I decir que el Ser Supremo sabe como hace sus leyes, no satisface ni resuelve nada en el proceso de la evolución.

Muchos de los grandes problemas que presenta la vida, las anomalías todas, y lo que calificamos como injusticias del destino o mala suerte, tienen, sin lugar a dudas, su explicación y se comprenden fácilmente cuando se analizan y se busca el origen en las vidas sucesivas, ya que no hay efecto sin causa.

En todos los países de la tierra, han nacido y seguirán naciendo los «niños prodigios», los cuales, son para nosotros los «reencarnacionistas» , espíritus más preparados porque han hecho más veces y con más provecho la jornada.

Para no abundar en ejemplos citaremos algunos casos:

«Víctor Hugo fue laureado en los juegos florales a la edad de trece años.»

«Lucio Gautray publicó a los nueve años su primera obra: Colette y Susana.»

«Liszt, Beethoven, Rubinstein, se hacían aplaudir a los diez años.»

«Felipe Baratieri, a los cuatro años habla el francés, el alemán y el latín: a los siete años sabia el griego y el hebreo; a los once publicaba un diccionario de los términos griegos controvertidos, y dio a la publicidad, a los trece años, la primera traducción, hecha por él, del hebreo de los viajes de Benjamín de Tudela.»

«Pascal poseía a fondo, a los doce años, la geometría de Euclides, publicando a los dieciséis, una obra de investigaciones matemáticas sobre las secciones cónicas y provocando en torno suyo tal admiración, que Descartes se resistía a creerle tan joven.»

Hildegart Rodríguez (España) sabía escribir con ortografía a los tres años, aprendiendo simultáneamente inglés, alemán y francés, que se le iban enseñando al mismo tiempo que la perfección del castellano. A los trece años se la veía terminar el bachillerato, a los diez y siete es ya abogada. A fines de 1.931 se determino a estudiar Derecho, terminando rápidamente la carrera, para seguir Filosofía y Letras y emprender Medicina, que estaba terminando exitosamente, ante el asombro de los profesores, cuando muere asesinada por su madre a los dieciocho años. A pesar de su juventud y de su labor intensísima, deja en total trece libros escritos, entre los cuales figuran: «Los tres amores históricos», «Cómo se curan y evitan las enfermedades venéreas», «Malthusianismo y neumalthusianismo», Revolución y Sexo», «Se equivocó Marx?» y otros. Se dice que desde pequeña fue sometida a una dura disciplina pedagógica por su madre; pero de todas maneras, Hildegart Rodríguez era un ser privilegiado que se gano la admiración de los que conocieron su fugaz y brillante carrera.

Carlos Alberto Fonseca, peruano y uno de los más grandes poetas de la actualidad, publicó a los doce años su primer poemario: «Rosas Matinales».

Gladys Le Bas, «La pianista más joven de América», de siete años de edad -según informa la prensa de nuestros días- conquista la admiración del público con sus maravillosos conciertos de piano.

¿Para qué más ejemplos?

I lo mejor es que, dichos niños ejecutan o aplican sus facultades con la mayor simplicidad del mundo.

¿Cuántas veces -nos preguntamos- el pequeño Sarasate, cuando entró a los 11 años al Conservatorio de París y del cual salió a los diez y ocho meses con su primer premio de solfeo y violín, había venido al mundo a pulsar las cuerdas de un instrumento? ¿Cuántas veces más tendrá que volver?

¡Oh, infinito! ¡Oh, arcano!

Hombres célebres

También podemos observar, qué muchos de los hombres que se han destacado por sus descubrimientos científicos, han sido, en su mayoría, hombres de origen humilde y con escasos medios de fortuna. Es innegable que en ciertas circunstancias, el medio social y el dinero favorecen; pero no son los factores indispensables para alcanzar un ideal o conquistar la celebridad. De lo contrario, sólo a los nobles y a los ricos les cabría el privilegio de ser investigadores u hombres de ciencia. Sirva de ejemplo la vida de Isaac Newton, quien quedo huérfano de padre muy pequeño, teniendo que dedicarse a la venta de productos agrícolas para medio sufragar sus necesidades. Como se sabe, más tarde descubrió las leyes de la gravitación universal y hoy, es uno de los hombres más grandes que ha pasado por el plano terrestre.

Otro ejemplo notable lo constituyen los esposos Curie, quienes vivieron en tal estado de pobreza que, l gran diversión de ambos consistía en pasear en bicicleta por los campos vecinos. Pero en su pequeño departamento, escaso de muebles, vivían felices y entregados a la ciencia, sin recordar acaso, sus necesidades más apremiantes.

John Milton, el célebre poeta inglés, fue también otro que, pobre, olvidado y ciego dictó a su mujer y a sus hijas -desde su mundo interno y luminoso-, el bello e inolvidable poema que lleva por título, el Paraíso Perdido.

Escritores, músicos, y hombres de todas las ramas del conocimiento humano, han luchado en diferentes épocas y países de la tierra, contra la indiferencia del medio; y por encima de todo, ha brillado en ellos la chispa del genio que ya traían de existencias anteriores.

I al menos, si olvidamos los nombres de Darwin, Pasteur, Edison, Beethoven, Miguel Angel, Mozart, Fleming, Víctor Hugo, Zweig y tantos otros que en estos momentos se nos escapan; no podemos negar, que cada uno en su línea de progreso, nos han dado un mundo pleno de música, luz, color, pensamientos y hasta salud con el avance de la quimioterapia moderna.

Los lisiados

Otro interrogante se nos presenta con los seres lisiados, a quienes muchas veces consideramos de sobra en esta vida. Se cuentan por millares los ciegos de nacimiento, los que vinieron al mundo sin extremidades superiores o inferiores, los imperfectos de todas clases y retardados mentales.

¿Dónde está la justicia de Dios con estos seres que no han hecho nada contra nadie? ¿Son más fuertes las leyes de la herencia que todo su inmenso poder? Nadie es capaz de negar el bagaje hereditario que todos traemos a la vida a través del mecanismo sexual. En este punto, la ciencia parece ganarle la batalla a la metafísica, esto es, si no queremos molestarnos en saber más allá de la vida material.

¿Será absolutamente cierto que «toda característica de un individuo solamente puede resultar de una acción recíproca entre la herencia y los factores del ambientes que le rodea»?

Mendel el gran botánico austríaco, estableció estos principios al dedicarse al estudio de la herencia e hibridación de los vegetales. Desde entonces, y desprendiendo de ese punto, se ha avanzado mucho en la observación de las mutaciones biológicas, y no dudamos de Bentley Glass cuando dice que, «como todos los genes derivan de otros genes preexistentes, todos los derivados de un determinado gen serán por tanto análogos».

Ya se ve pues, que no podemos escapar a las leyes de la herencia. Pero nada de esto excluye el concepto que tenemos de la vida espiritual y de la reencarnación. Sencillamente, nos damos cuenta que la armonía se manifiesta y persiste en todos los planos o escalas de la Naturaleza: desde el mineral hasta el hombre, desde lo material hasta lo espiritual.

El espíritu, según su atraso, busca la materia que más le conviene como medio de expiación o para aligerar su karma. Consiste el libre albedrío, en esta inclinación natural al ambiente más apropiado para adquirir la futura experiencia. En la misma forma, que a un chicuelo de siete años, no se le puede ocurrir nunca pedirle a sus padres que lo inscriban en los grados superiores de un colegio; ya que su poca capacidad no le permitiría asimilar las avanzadas lecciones de dichos grados, sin duda, mirará los chicos de su edad, y si le toca decidir por su propia cuenta, optará por quedarse con los de su tamaño.

Después de este razonamiento nos parece inútil preguntar: ¿Qué hay de común entre los genes, la herencia y las leyes evolutivas del espíritu? Simplemente, la atracción, la polaridad magnética de todos los cuerpos, las leyes de afinidad en función de progreso. El espíritu de un hombre de ciencia no puede reencarnar en un motilón u hombre salvaje. I un espíritu elemental, tampoco puede, por su propia cuenta o capricho, animar la materia que quiera. Las leyes cósmicas son tan sutiles que, a pesar de que traducen siempre nuestra voluntad, no son sino el encadenamiento lógico de los hechos sometidos a la ley del ritmo y al eterno proceso de causa y efecto.

Si la materia tuviese su propio gobierno, indiferente e independiente al espíritu: y el espíritu no necesitase de la materia para su evolución, desde luego que, todo concepto de Dios y del progreso sería inútil, porque no existiría la recompensa ni el castigo.

Vivamos -dicen muchos- el reino del materialismo más absoluto, porque en el mundo físico encontramos la explicación de muchas cosas. I después de todo, ese mundo psíquico que no vemos ni palpamos, bien puede ocurrir que no existe.

Otros, al caer en el abismo de la duda se preguntan: ¿Qué función desempeña cada estrella que fulgura en el espacio, late la vida en cada punto luminoso como ocurre en la tierra? ¿Por qué no, qué privilegio tiene el hombre, un ser tan minúsculo, al lado de esos mundos que pueblan el universo?

El mundo físico nos da la explicación de muchas cosas, pero no de todas. Por ello, como el hombre es una partícula de Dios, tiene incesantemente que volver hacia lo infinito.

Planetas, planetas y más planetas: patrias futuras de todos los destinos humanos a través de la gran ronda!

¿Por qué no recordamos?

Si hemos habitado este planeta antes de la presente existencia, ¿qué objeto tiene si no podemos recordarlo? I si la mente y la memoria no nos sirven para comprobar esa verdad, ¿quién puede, entonces demostrarlo?

¿Cuántas veces hemos venido a la tierra, y qué hemos hecho en esas vidas anteriores? Estas son las preguntas que a menudo nos formulan muchas personas. Como si se tratara con ello, de confundirnos o llevarnos a un callejón sin salida.

¿Qué recordamos -preguntamos nosotros a la vez- de nuestra dorada infancia? Todo lo que podemos decir, acaso, es que nos sentimos protegidos por el profundo afecto de nuestros padres, y quizás, recordaremos un jardín o patio soleado donde solíamos jugar con los niños de la vecindad. Si al contrario, tuvimos una niñez desgraciada, sentiremos una sensación de tristeza al recordar los días sin pan ni lumbre; pero por muy grande que sea nuestro esfuerzo, no podemos nunca recordar los detalles de tres o más días seguidos de nuestros primeros años. ¿Por qué no recordamos si el tiempo transcurrido es tan breve, en comparación al que transcurre de una existencia a otra?

I ¿qué ganaríamos con recordar nuestros errores pasados, si espiritualmente nos hemos superado a fuerza de amargas experiencias en las diferentes vidas sucesivas?

Nos desagradaría, desde luego, saber que en una existencia anterior, hurtamos, cometimos un crimen o vivimos, en cualquier forma al margen de la ley. I para reafirmar copiamos un párrafo de Charles Lancelin que dice: «Si cada cual se acordase de sus anteriores existencias, el mundo no sería más que un caos de ruinas causadas por la persecución sin fin de odios insatisfechos y de inextinguibles venganzas. ¿Puede uno figurarse a un Nerón o a un Calígula reconocido en el curso de sus vidas subsiguientes por todas las víctimas que ha causado?»

El olvido contribuye a la relativa felicidad del hombre en la tierra. Su cadena de desatinos se borra totalmente de su memoria en beneficio de la paz que reina en su Yo interno; y que se perfecciona, no con el recuerdo, sino con la sana intención de su mente y la moralidad de sus actos.

Sin embargo, muchas personas recuerdan pasajes de una o más existencias precedentes. Al abrir una investigación formal de nombres citados, ambientes, fechas y otros detalles minuciosos, se ha podido comprobar que esas personas describen hechos de una vida anterior, ocurridos en lugares o países que en la presente existencia desconocen por completo. Es cierto que son muy escasos, pero de una gran veracidad para los que se dedican al estudio de las vidas sucesivas.

A continuación, tomamos un caso al azar de un libro de León Denis que relata Isaac G. Forster: «Hace doce años habitaba yo en el condado de Effingham (Illinois), en donde se me murió una hija llamada María, en la época que entraba en la pubertad. Al año siguiente fui a establecerme en Dakota, en donde hace nueve años nació una nueva hija a quien dimos el nombre de Nellie. Cuando empezó a hablar, pretendió que ella no se llamaba Nellie y sí María como la llamábamos anteriormente.»

«Últimamente me vi obligado, por asuntos comerciales, a volver al condado y me lleve a Nellie. A la llegada, reconoció en seguida nuestra antigua morada y a muchísimas personas que jamás había visto, pero que mi hija conocía muy bien.»

«A una milla de distancia, hállase el edificio-escuela a que concurría María. Nellie, que jamás lo había visto, me hizo una exacta descripción del mismo, expresándome el deseo de volverlo a ver, a lo que accedí en seguida. Una vez dentro, fuese directamente al pupitre que ocupó su hermana, diciéndome: «Este pupitre es el mío.»

Como este, pudiéramos citar varios casos, a pesar de que no abundan como hemos dicho antes. Otras de las anomalías que nos inclinan a creer en la reencarnación son, las características o tendencias al crimen y a los vicios que traen ciertos individuos que descienden de padres sanos y de no escasa cultura. Constantemente se habla de «la pesadilla de la familia, como de algo que nació así por desviaciones de la Naturaleza. Este estigma en el orgullo de la familia, aligera el karma por la obligada compasión del caso; ya que no siempre se juzga a un familiar con el mismo rigor que a un extraño. I el delincuente, puede que busque un ambiente totalmente ajeno a sus tendencias, como un nuevo centro de experiencias para tratar de corregirse. Sin embargo, muchas veces resulta inútil como lo vemos en la práctica. Ahora bien, a esas honorables familias no les gusta que se les recuerde que tiene a alguien que deshonra el apellido aunque bien convencidas están de ello. I de hecho, cuando este espíritu vuelve a la tierra muchas veces, logrando superar su estado moral a fuerza de presidios, dolores y humillaciones sin cuento, no puede agradarle, en ninguna forma, que alguien le recuerde su pasado porque él sería el primero en quererlo olvidar. He aquí pues, la razón, por la cual olvidamos las vidas anteriores.

Regresión de la memoria por medio del hipnotismo

Otro de los medios que nos induce a creer en la reencarnación, es la regresión de la memoria por medio del hipnotismo. Es cierto que, al tratarse de estas experiencias, nuestros conocimientos son muy limitados en cuanto a la comprobación de los hechos se refiere; pero tenemos el testimonio de serios investigadores que arrojan mucha luz sobre la cuestión.

Así es que, -si no hemos de ser exigentes- nos bastará leer todo lo que se ha escrito desde Mesmer hasta nuestros días. Es innegable que el hipnotismo desde sus fundamentos ha sido muy desacreditado; pero en la misma forma y con la misma fuerza que ha hallado encarnizados opositores, también ha encontrado psicólogos y médicos eminentes que se han ocupado de él, en libros, artículos y hasta lo han utilizado en la práctica profesional con excelentes resultados.

Todos sabemos lo que un buen psicoanalista logra de sus pacientes. ¿Cómo cura? ¿Con qué cura? Sencillamente, su labor es persuasiva y de comprensión al mover todos los resortes del sentimiento humano en torno al problema que afecta al paciente. El llega a lo más intrincado del alma, a todos los conflictos del subconsciente, a los más tenebrosos rincones del mundo interno, y suavemente levanta el velo, en un cruce generoso de palabras llenas de fe y de optimismo que el paciente no olvidará nunca, porque le inspiran nueva confianza en la vida y en el destino que antes le parecía lleno de sombras.

El hipnotismo también, es la orden o fuerza mental aplicada en palabras que obran en el sujeto sensible. Su clave es la sugestión; y de consiguiente, los efectos son más rápidos y fáciles de lograr entre más sensible sea el sujeto. Muchos médicos han explorado con gran acierto el campo de la hipnosis; incluso, s ha utilizado en la curación de algunos vicios como el alcoholismo, etc.

Con frecuencia hemos leído impresionantes historias, donde el hipnotizador hace describir al sujeto escenas de su vida pasada y hasta existencias anteriores, o bien de otras personas. Desde luego, todas estas experiencias están rodeadas de grandes dificultades que solamente el inquebrantable propósito de un verdadero investigador sabría vencer sin caer en el desaliento que producen los primeros fracasos en toda ciencia que se inicia.

La Biblia y la Reencarnación

Poco crédito solemos darle algunas personas a ese bello y viejo libro llamado Biblia. Es contradictorio y carece de razones científicas en cuanto a la formación del mundo y de otras manifestaciones del mundo físico. Pero en sus páginas hay un maravilloso poema de amor y un canto de paz en los labios de Jesús. Nada vamos a discutir aquí de la divinidad del maestro, cosa que por lo pronto no nos interesa, ya que solamente nos ocuparemos de la reencarnación y de lo que de ella se diga o deje traslucir en la Biblia.

Desde hace muchos siglos, el hombre cree en el proceso de la evolución espiritual. I si antes se desconocía la palabra reencarnación, las ideas, las dudas y las afirmaciones en torno a las anteriores existencias, nos dan a entender que no es nada nuevo ni inventado por las posteriores corrientes religiosas. Por   lo menos, esas son las conclusiones que extraemos de la Biblia.

A propósito citaremos algunos pasajes del evangelio de S. Mateo para ilustrar a nuestros lectores: (XVI, 13-14), «Jesús preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el hijo del hombre? I ellos dijeron: unos: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, Jeremías, o algunos de los profetas.»

Luego dice el mismo evangelista: (XVII, 10-11-12-13).

«Entonces sus discípulos le preguntaron diciendo: ¿Por qué dicen pues los escribas que es menester que Elías venga primero? I respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero, y restituirá todas las cosas. Mas os digo, que ya vino Elías, y no lo reconocieron; antes hicieron en él todo lo que quisieron: Así también el hijo del hombre padecerá por ellos. Los discípulos entonces entendieron, que les habló de Juan el Bautista.»

Más adelante, en el evangelio de S. Mateo leemos: (IX, 1-2) «Y pasando Jesús, vio un hombre ciego desde su nacimiento. I preguntáronle sus discípulos, diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciese ciego?»

«Antes de que te formaras en el vientre, te conocí; y antes que salieras de la matriz, te santifiqué, y te puse por Profeta entre las naciones». (Jeremías, 1-5) Scio.

Como hemos podido observar por las diversas citas aquí expuestas, no se puede dudar de que los primeros cristianos tenían un concepto claro de las sucesivas existencias por las cuales tiene que pasar el espíritu para su progreso. Aún cuando muchos pasajes bíblicos resultasen obra de la fantasía de los hombres, hay que convenir, que la idea de la reencarnación no es nueva, pues viene desde los más remotos tiempos. Demás esta repetir que los espiritistas de hoy, los rosacruces, teósofos, grandes maestros del mundo Oriental, y muchas otras personas que no pertenecen a ninguna religión o que no hallan la solución al problema el infierno de los católicos, creen firmemente en la reencarnación.

Mensajes del Más Allá

Además de todas las ideas aquí expuestas en torno a la reencarnación, la prueba más concluyente que podemos aportar es la de la comunicación con los espíritus o entes del Más Allá. ¿Existe una documentación precisa, contundente, capaz de desvanecer toda clase de dudas? Las opiniones están divididas: algunos opinan que las tales «comunicaciones de los espíritus» no son más que elucubraciones del subconsciente del médium; otros aseguran -basándose en los principios de Marconi, el inventor de la telegrafía sin hilos- que tanto los pensamientos como las palabras, emiten vibraciones que son captadas por otras mentes. Los espiritistas no descartan las dos primeras hipótesis, a la vez que aseguran, que la mayor parte de los mensajes se obtienen de los entes que pueblan el mundo invisible.

Afirman dicha creencia en las predicciones de los acontecimientos futuros, descripción del mundo astral según lo siente y ve el espíritu por su grado de evolución, deseos de comunicarse con los parientes del mundo terrestre y, alusiones constantes a hechos desarrollados en convivencia familiar, etc.

Los espíritus hablan regularmente de su vuelta a la tierra, y otros, de sus innumerables reencarnaciones en la misma, ya que es factible la vida en los otros planetas. Existen, es cierto, muchas mistificaciones en esto de las comunicaciones con los seres de ultratumba; pero también se han obtenido materializaciones, aportes, consejos y revelaciones maravillosas en provecho de los espíritus encarnados.

Entre los grandes hombres convencidos de la reencarnación podemos citar a Teófilo Gautier, Alejandro Dumas, Walter Scott, esposos Curie, etc. También podemos agregar algunos nombres de los más célebres investigadores de los fenómenos espíritas: William Crokes, Oliver Lodge, Russell Wallace, Meyers, Lombroso, Aksakof, Rochas y otro más.

En la actualidad, son innumerables los centros espiritistas que existen en el mundo entero. Unos tienen un nombre y otros no. A veces se contradicen en el aspecto externo, ritos y sistemas de exposición; pero por muy antagónicos que sean -cuando de conclusiones se trata en el plano metafísico-, ninguno rechaza la reencarnación como el único medio de evolución espiritual.

Más, no basta tener un concepto claro de las cosas, ya se acepten por puro idealismo o como una realidad fundamental. Es necesario extender la verdad, sembrarla en el hogar y en la escuela. Los maestros que han sido siempre los grandes orientadores de los pueblos libres, están llamados también a liberar esa gran batalla por el progreso de la humanidad. Deben enseñar, desde ya, lo que algún día tendrán que predicar por amor a l verdad y a la ciencia. Es un deber -repito- en estos momentos de crisis espiritual que atraviesa la humanidad, acaso por la falta de conocimientos de la vida del más allá y de los principios razonables que orienten al hombre para comprender esa verdad.

No importa para quien se exponga ni quien la exponga; pues según dice Krishnamurti: «La religión que un hombre profese, la raza a la que pertenece, importan poco; lo realmente importante es que los hombres conozcan el plan Divino. Porque el plan de Dios es la evolución. Una vez que el hombre lo ha visto y realmente lo conoce, no puede por menos de trabajar de acuerdo con él, porque es tan glorioso como bello.»

Para concluir, inserto algunas charlas recibidas en el CENTRO DE ESTUDIOS PSIQUICOS de la Calle Bolívar en la ciudad de Maracaibo por el médium de incorporación X. X. En esta forma, los profanos en la materia podrán darse una idea más concreta de lo que es un mensaje del Más Allá.

Mensaje del célebre naturalista francés Jorge Cuvier

«La ciencia es la que enlaza las cosa a las cosas.
El espíritu reside en el hombre
como el fuego en el pedernal.
Las cosas de la Naturaleza son infinitas.
No os améis de palabras, amaos de corazón.»

Señores:

Correspóndeme hoy la tarea de daros un ligero resumen acerca del hombre primitivo, tarea ésta que me preocupaba de vivo. La muerte vino a interrumpir los trabajos que yo había proyectado para conocer el origen del hombre.

Las investigaciones científicas han progresado mucho en nuestros días, desde la época en que la ciencia empezó a proyectar luz sobre estas cuestiones obscuras para un espíritu humano. Comprenderéis que no basta la vida de un hombre para dilucidar estas grandes cuestiones.

Yo había comenzado por reconstruir los animales. Faltóme tiempo material para reconstruir al hombre. Precisamente, me interesaba mucho esta cuestión, pues la había estudiado afanosamente en el silencio de mi gabinete, tal como lo hacía en otros tiempos. Aunque han pasado muchos años que será para vosotros una larga distancia, -no son tampoco para mí un segundo-; vengo a hablaros para que así podáis decir a todos, lo que yo, Cuvier, os digo acerca del hombre primitivo. Remontáos a aquellos tiempos en que la tierra salía apenas de las aguas; elevad vuestros pensamientos a aquella época en que existían animales tan gigantescos que se hubiera podido decir que eran creados por una imaginación enferma. Remontáos, os digo,  a los tiempos en que una entreatmosfera cálida y pesada, cargada de vapor, rodeaba el globo apenas recién formado que llamáis Tierra.

Volad por los aires, deslizáos por las revueltas ondas y encontrareis animales monstruosos que no son ni reptiles, ni aves, ni tortugas. Contemplad el lagarto gigantesco, cuyas dimensiones apenas puede concebir vuestra imaginación. El reno antiguo, que lleva sobre su frente un bosque de anchas paletas, todavía se encuentra en lagunas islandesas. En medio de estos animales poderosos y extraños, veis por fin al hombre sin defensa. Las bestias están acorazadas al abrigo de las aguas todavía calientes que vuelven a cubrir los volcanes recién apagados. El hombre, en medio de estos seres, ha llegado al nivel de la animalidad. Encuéntrase en constante lucha con los elementos y todo lo que le rodea. Ninguna escama cubre su piel, cubierta por rugosos pelos; ninguna defensa forma su boca; ninguna garra sale de su mano; tiene la inteligencia de la fiera leonada que cava una madriguera para resguardarse de las escarchas; tiene la sagacidad del animal que cae de lleno, cautelosamente, sobre otra fiera más fuerte que él. ¡Ved por fin al hombre, otra fiera sin defensa!

Si, sólo el hombre andaba en dos pies y podía ver el cielo. Esta bestia es algo más que una bestia, porque el progreso no estriba únicamente en la extensión de la forma. Sobre de ese hombre cae una chispa que le hace comprender que hay una cosa más que él, y es la intuición del infinito.

El hombre primitivo tenía un pulgar relativamente oblongado en el sentido de los dedos. El movimiento que tenía más fácil era el de la apropiación. De lo sucesivo, los dedos y el pulgar se desligaron   gradualmente de generación en generación, y el hombre acabó por hacer  ese movimiento, y aunque es el animal más semejante al hombre en su aspecto exterior, no tiene un de  la mano con el puño cerrado. El mono no podía hacer lo que ningún otro animal del planeta pudo hacer ante el hombre en su forma exterior, no tiene un pulgar oponible. El hombre primitivo tropezaba constantemente con obstáculos para procurarse el alimento; esto lo desarrolló: de tan pequeño que era paso a ser gigante. Su fuera física era enorme; ancha su espalda, brazos, músculos y piernas que ninguna distancia fatigaba. A pesar de ello, su cabeza era relativamente pequeña y con su áspera melena volando en libertad.

Pensó que la Naturaleza entera debía sometérsele, y empezó por subyugar a la materia más inerte: ¡la piedra! haciendo armas de ella que le llevaron a ser el rey de los animales. ¿Quién fue el primero en fabricar armas de piedra? Nadie lo sabe. Los hombres de esta época que conocen algo de las leyes de lo eterno, me comprenderán mejor si les digo que inteligencias superiores tuvieron cuidado de esta animalidad que ya empezaba a transformarse en humanidad.

Lo mismo sucede con vosotros: a veces sugerimos la idea que origina una invención. Una inteligencia superior encontró uno de aquéllos seres primitivos apto para comprender que siendo la piedra más dura que las manos que le había dado la Naturaleza, le serviría para herir al animal feroz, y a aquel cuya carne le proporcionaría el alimento. Ya os lo he dicho: el hombre primitivo apenas sabía servirse de sus miembros, venía de la bestia. Vivía en una madriguera como el zorro, y destrozaba con sus uñas la presa palpitante.

Esta inteligencia salida del crisol de la animalidad, tenía el presentimiento de una fuerza superior invisible. El temblaba ante la tormenta, se ocultaba en su madriguera cuando mugía el huracán. ¡Ah! vosotros hombres del siglo veinte y veintiuno: creéis que solo basta subyugar el rayo a que repita las modulaciones de vuestra voz. Ojalá que el hierro y el acero no sean más que arcilla en las potentes garras de las maquinas inventadas por el hombre para detener la nada. Porque la materia es nada. Acordáos de aquellos remotos tiempos a fin de no ser ingratos con vosotros mismos como corresponde a vuestro pasado. Cuando en vuestras excavaciones encontréis un hacha de piedra, ella os dirá cuantos pobres seres han tenido que pasar por evoluciones sucesivas para llegar a ser lo que vosotros sois. Si yo no hubiese vivido aquí en este planeta, quien sabe no hubiera podido decir estas cosas.

¡Cuánto os engañan los ojos de la carne!

Yo vine a reconstruir algunos animales y a poner ante vuestros ojos la bestia que teníais olvidada ya; pues era menester que así lo comprendiera y recordara, para así darles una narración ordenada, y hacerles saber, que el hombre de entonces, estaba también protegido por inteligencias invisibles, a quienes daba gracias desde su débil corazón. Diríase que el hombre ha olvidado aquellos tiempos. Porque ha tenido progreso, créese haber llegado a la cumbre de la montaña. I recordad, hermanos, que las bestias de los tiempos pretéritos inundan vuestros ojos actualmente, quizás conteniendo partículas de vuestra vida de antaño. Os engrandecéis ensalzando a Dios que es el progreso.

No quiero entrar en más detalles. Quizás volveré. Pero deseo de todo corazón que esta obra sea provechosa, y me lisonjeo dignamente en haberme permitido dictar uno de los primeros capítulos.

Vuestro hermano Cuvier

Mensaje de un Sacerdote

No hay milagros. Todos asistimos a la alborada de una nueva ciencia. La ciencia, cada día, trae una rama desgajada del árbol de lo maravilloso, para injertarla en el tronco creciente de lo que nosotros denominamos lo sobrenatural.

La mediumnidad es tan antigua como la humanidad. Desde que existen hombres existen médium, protegidos o influenciados por los habitantes de los demás planetas o ultraterrenales. La mediumnidad, sin ser comprendida, produjo fenómenos en la más remota antigüedad que solo estudiaban los sacerdotes. Estos, trayendo a sus templos a todos cuantos poseían facultades mediumnímicas, hiciéronse médium por el roce con estos últimos.

En los templos de la India se multiplicó la mediumnidad de un modo maravilloso, tanto, que llegó a producir fenómenos verdaderamente sorprendentes. Lo poco que se conserva de la antigüedad y lo obtenido por los fakires de estos días, no es más que un pálido reflejo de lo que hace miles de años pasó. Pero volvamos a la época actual. Hablemos del grande de los grandes, hablemos del divino Jesús. Hasta la edad de treinta años en que inauguró sus predicaciones, no se supo lo que hizo; dónde residió ni con que estudios logró engrandecer su vasta inteligencia. El viajo y fue iniciado en los templos.

Su espíritu filosófico era tan grande, su juicio tan seguro, su virtud de tal ascendiente, que doquiera que iba despertaba un murmullo de admiración y de respeto en torno a él. Quiso predicar a su raza las nuevas enseñanzas, quiso ser el Mesías de su nación. Ahora, decidme vosotros, ¿qué le importaba a Jesús predicar ante humildes barqueros y pescadores? Bien sabía Jesús que en estos hombres avezados a rudos trabajos materiales, desprovistos de toda instrucción y quizás de toda inteligencia, había un nexo del pasado, que él, Jesús, despertaría en ellos.

¿Sabía Jesús que si hablando de los apóstoles a sus discípulos, hablaba a los mismos apóstoles que anunciando su venida habíanle cantado en una existencia anterior? ¡Ah, bien sabía Jesús que aquellos hombres sencillos que le seguían, volverían de profetas y difundirían su palabra!

Jesús poseía todas las mediumnidades y también tesoros de virtud. Viéndolo los corazones rudos se confundían y los que sufrían quedaban curados. Así pudieron ver lo que en aquella época llamaron milagros. O mejor dicho, todos pudieron observar los fenómenos maravillosos que producía el Maestro. Muchos de aquellos adquirieron con su roce y trato, facultades mediumnímicas, y el mejor regalo, el más hermoso presente que Jesús pudo dejarle a los discípulos a su partida de la tierra, fue el de transmitir la curación. Ellos curaban las llagas del corazón como las del cuerpo. Esto duró algún tiempo, pues sus discípulos también transmitían el poder de curar a los que ellos ordenaban. De tal suerte que los efluvios de Jesús fueron amortiguándose entre los que sucedieron a sus discípulos. Siglos después, los obispos habían disipado sus últimos efluvios. El cristianismo habíase convertido en catolicismo, y los sacerdotes habían desconocido y olvidado la misión de caridad y amor, perdiendo con esto lo que ellos denominaban el don de los milagros. Lo perdido por su culpa bien perdido está, a menos que Jesús vuelva a la tierra para enseñar a recuperarlo. ¿No les había advertido que la viña sería arrebatada a los malos cultivadores?

Hermanos, es cuanto puedo decir acerca de mis conocimientos y en la obra que ponéis a disposición de la humanidad y de vuestros hermanos espirituales.

Pasaba en estos momentos por aquí, cuando un hilo luminoso traspasaba las capas fluidas del espacio. Fui atraído al sitio donde emanaba ese rayo de luz y no podía perder esta grandiosa oportunidad que vosotros dignamente habéis brindado a mi espíritu para dejar como colaboración a vuestro importante trabajo, esta humilde oración que acabo de dictaros. Solo puedo deciros que soy un sacerdote.

El Sacerdote

Mensaje del Dr. Demure

La tierra es una vida, es una formación viviente que se ha hecho ella misma. Todo lo que la rodea, todo lo que tiene forma, sin saberlo el hombre, es una República Ideal. No hay átomo, no hay molécula terrestre, que no tenga una fuerza, un poder, un instinto, una inteligencia relativa. Se ha formado sola con el objeto único de hacer la vida por la fuerza universal, quiero decir, por su propia fuerza y esa fuerza es Dios. Hallándose como se halla todo, sujeto a la ley de la solidaridad, ¿de qué manera sería la tierra la tierra patrimonio particular del hombre? Tened que no más habitáis una cuarta parte apenas de su superficie que está cubierta de océanos inmensos. Hay espacios más grandes cubiertos de nieves perpetuas; otros eternamente abrazados por un sol ardiente en los que ninguna planta brota, cuyas caldeadas arenas no se enfrían jamás. El hombre considerado un ser material es una formación terrestre. Ha tenido durante sus encarnaciones una fuerza de asimilación particular para adaptarse los órganos necesarios a su progreso, según sus necesidades, instintivas primero, intelectuales después.

El hombre es una maravilla entre todos los seres. Por lo que toca a los animales, después de miles y miles de años y al través de todas las generaciones, ellos poseen sus costumbres, tienen un instinto y una inteligencia relativa a su especie. Los que viven en compañía del hombre desarrollan el rayo de adhesión, el rayo de la amistad. Esto hace con frecuencia, por ejemplo, que el perro vaya a morir sobre la tumba de su amo. Los animales transmiten a su progenitura todo cuanto poseen de la naturaleza. Solo el hombre ha sabido engrandecerse hasta cierto punto de extender sobre los demás la supremacía de su intuición intelectual.

A los que dudan de que el hombre viene del animal, podéis decirles que tienen el mismo instinto de los animales, pero aprestado su progreso a ciertas reglas, ha podido llegar por fin a la humanidad, a un estado de ser más ampliamente iluminado por la intuición intelectual. Por las naciones más civilizadas y que más se han engrandecido, atraviesan a veces hábitos, hábitos impuros que recuerdan al hombre el instinto de otra época, el instinto de un lejano pasado. En las guerras, en las revoluciones, podéis ver la muchedumbre volver a caer con el instinto salvaje de los animales que se arrebatan la presa, se devoran entre sí. Hermanos, si abrís la historia de las matanzas de Tamerlán, o la fría ferocidad de la inquisición, podréis volver a hallar en el hombre el brutal instinto que ha conservado del león.

Lo desconocido de ayer es la ciencia de hoy: lo desconocido de hoy será l ciencia del mañana. Los hombres adelantados comprenden que su esencia, espíritu y materia, constituyen fuerzas indestructibles. Estos hombres no gustan de lo maravilloso ni del misterio. Saben que son de la tierra y armonizan con ella, se engrandecen, se hacen libres por si mismos. Nada de fetiches. Para ellos no más existe el amor, la caridad, el perdón. La ciencia de ultratierra hará cesar la esclavitud del alma; destruirá el prejuicio; enseñará la palpable preexistencia del ser a su salida de este mundo; probará su personalidad extraterrestre y su continuación a través de todas las eternidades. ¡Ah, cuán hermosos estos días en que por fin se ven hombres libres, hombres que no buscan lo sobrenatural en lo real; hombres que escuchan la voz de la naturaleza, que estudian fenómenos; hombres que escudriñan con la vista de la inteligencia todo cuanto les rodea; que buscan la verdad sin pelos, la verdad que vendrá por el estudio de las leyes al cambiar de todas las cosas! ¡Era Nueva!

¡Hombres del presente, yo os saludo!

Es cuanto puedo deciros de la verdad. Ha sido muy satisfactorio para mí haber contribuido con vosotros a la obra espiritual. En otra oportunidad y cuando me esté permitido, será muy lisonjero para mi espíritu visitaros. Voy a daros mi nombre para que no os olvidéis de mí: Demure.

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